Adolescencia, la serie de Netflix que está generando conversaciones urgentes en hogares, escuelas y gobiernos

Netflix vuelve a tocar una fibra sensible con Adolescencia, una miniserie de cuatro episodios que ha pasado de ser un fenómeno de entretenimiento a un detonante de conversaciones sociales profundas. Escrita por Jack Thorne y el actor Stephen Graham, la historia gira en torno a Jamie, un niño de 13 años acusado de asesinar a una compañera de su escuela. Pero más allá del crimen, lo que hace potente y perturbadora a esta serie es su retrato del universo digital donde muchos adolescentes moldean su identidad, sin que los adultos siquiera lo noten.

Más que una serie: una llamada de atención

Adolescencia no se detiene en la historia policial. Se mete en el terreno más complejo: las fallas del mundo adulto para ver, comprender y reaccionar ante los signos de malestar de los jóvenes. Desde el bullying escolar y digital, hasta la influencia de discursos incel (célibes involuntarios) y la manosfera —ese oscuro rincón de internet donde se glorifica la masculinidad tóxica—, la ficción refleja una realidad que muchos preferirían ignorar.

Lo más inquietante es que, según ha explicado el propio Jack Thorne, los discursos que atrapan a Jamie no provienen solo de figuras como Andrew Tate o foros conocidos como 4Chan. Están en blogs, videojuegos y hasta en cuentas de TikTok aparentemente inofensivas, donde se cuelan ideas misóginas disfrazadas de consejos de “autoayuda masculina”.

¿Verla con nuestros hijos adolescentes?

La pregunta ha rondado las redes y los medios: ¿Es apropiado ver esta serie con adolescentes? Para el psicólogo Jacobo Ozores, no solo es recomendable, sino necesario. Según explicó a Cinemanía, ver Adolescencia junto a nuestros hijos puede ser un punto de partida para hablar de lo que muchas veces no se verbaliza: cómo se sienten, quiénes los influyen y cómo perciben la masculinidad o el rechazo.

“En lugar de mirar hacia otro lado, hay que crear un espacio abierto de escucha”, afirma Ozores. Porque cuando los adultos no entienden el lenguaje ni los símbolos digitales (como la pastilla roja, la dinamita o incluso ciertos emojis), también pierden la capacidad de identificar señales de alerta.

La cultura que no vemos (pero que forma a nuestros hijos)

En uno de los momentos clave de la serie, el hijo del detective explica cómo ciertos emojis y símbolos son parte de una ideología en línea que promueve la dominación masculina, el odio a la debilidad y el desprecio por las mujeres. El resultado: adolescentes que se sienten rechazados y vulnerables encuentran consuelo en discursos que justifican la violencia.

Es el caso de Jamie, quien llega a interiorizar creencias extremas como respuesta a su aislamiento, su baja autoestima y el acoso que sufre. La serie no lo justifica, pero sí expone las condiciones que alimentan estos pensamientos.

Jack Thorne, guionista y padre en la vida real, confesó que escribir Adolescencia lo hizo repensar cómo abordará el uso del celular con su hijo, que tiene apenas ocho años. Y no está solo: incluso el primer ministro británico, Keir Starmer, admitió haberla visto con sus hijos adolescentes, reconociendo que la violencia influenciada por internet es un problema cultural que exige medidas urgentes.

¿Qué hacer? ¿Prohibir o educar?

Las soluciones que propone Thorne no son tibias: prohibir el uso de smartphones en escuelas, crear una edad de consentimiento digital (como en Australia, donde se prohíbe el acceso a redes sociales a menores de 16 años) e incluso replantear el acceso a videojuegos. Medidas que, si bien polémicas, abren un debate más grande: ¿Estamos dispuestos a cambiar la cultura que consumen los jóvenes?

Un espejo incómodo, pero necesario

Adolescencia duele. No solo por su narrativa cruda y sin cortes de cámara, sino porque muestra un espejo donde todos —padres, maestros, gobiernos y plataformas digitales— tenemos parte de responsabilidad.

Es una serie que no busca morbo, sino provocar reflexión. Y si la vemos con los ojos bien abiertos, puede ayudarnos a entender por qué tantos adolescentes se sienten solos en medio de un mundo hiperconectado.

Porque tal vez el crimen no ocurrió solo en la calle, sino en una pantalla.